El conjuro

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David Huerta

Resumen

Tú, mi cárcel, mi laberinto,
¿Dónde estás cuando tu sombra aún camina
por estos recintos? Te invento, te hablo
para conjurar este dolor, esta ausencia
y sus destellos. Fragmentos de luz en llamarada viva.
La noche penetra por la ventana y oscurece todo lo que toca.
Es un péndulo la palabra, de un extremo a otro
todos los matices imaginables.
Es un hechizo de agua lo que padezco
y las imágenes saltan de aquí para allá
como duendes enloquecidos.
Creo que tengo una mariposa negra en mitad del pecho
y un trozo de luna fría se arrulla en mi regazo.
¿Terminará la danza de recuerdos,
esos peces fuera del agua? Te busco en los ojos de otros
y quisiera tenderme bajo el fuego de su mirada.
Sólo encuentro espejos rotos, frialdad, vacío.
Todavía puedo mirar el pétalo oscuro de tu boca dormida,
mi abandono en el fragor de tus manos y nuestros alientos
confundidos, sedientos. Ahora, envuelta en bruma,
cabalgo las horas nocturnas y al regresar a mi lecho
hay polvo de luciérnagas sobre mis párpados secos.
Ven aquí, déjame sentir de nuevo el estremecimiento
de tu mirada, tu acecho de felino agazapado
en la niebla, ven a acariciarme con tus manos de arena.
Tú, mi ángel, mi demonio, habítame,
rescátame de éste abismo.

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Como citar
HUERTA, David. El conjuro. Contribuciones desde Coatepec, [S.l.], n. 7 y 8, p. 201, abr. 1998. ISSN 1870-0365. Disponible en: <https://revistacoatepec.uaemex.mx/article/view/24730>. Fecha de acceso: 05 nov. 2024
Sección
Editorial